"Un mes junto a la Peña Montañesa"

(ESTE REPORTAJE NO ENTRA A CONCURSO)

Por Fernando Bullón (Reportaje Fuera de concurso)


El pasado mes de junio pasé mis vacaciones en la pequeña aldea de Ceresa, junto al pueblo de Laspuña, en el Valle del río Cinca, en una casa que me había encantado por sus con excelentes vistas sobre el Valle y hacia el cordal pirenaico, sobre todo hacia el entorno del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Desde allí esperaba disfrutar de las "evoluciones diurnas" tan propias de ese lugar en esa época del año, y trataría de captar el proceso desde el cielo despejado de la mañana, pasando por la aparición de los primeros cúmulos de calor, hasta las tormentas de la tarde, como así fue en alguno de los días en los que allí estuve.
Ceresa se asienta en las faldas de la imponente Peña Montañesa, la primera gran mole pirenaica que, con sus más de 2300 msnm, domina y se ve desde todo el valle de Ainsa y buena parte de la agreste comarca oscense del Sobrarbe.
Pronto me di cuenta de que la montaña en cuyas empinadas laderas estaba morando no era una montaña "cualquiera" y que, pese a su pequeño tamaño en comparación con sus montañas vecinas situadas al Norte, constituía un extraordinario "nido de tormentas", de modo que fueron varios los días en los que la primera de las tormentas de la jornada se formó sobre la propia Peña.
Al parecer, la especial disposición orográfica alargada de la Sierra Ferrera - de la que la Peña es la máxima elevación- y el hecho de ser la "primera" de los Pirineos, sin más grandes montañas al Sur, favorece este hecho. Sus tormentas eran, eso sí, en general, también relativamente pequeñas, y a veces de sólo una o dos descargas eléctricas, pues tan pronto como se formaban descargaban y se deshacían, mientras que en las montañas más altas y más Norte la actividad convectiva aún estaba en pleno desarrollo y con muchas horas por delante hasta alcanzar su punto álgido.
Sin embargo me ocurría que, desde Ceresa, poco podía captar de aquella frenética actividad convectiva sobre la Montañesa, pues la tenía demasiado encima.
El hecho es que con el paso de los días mi atención se centró cada vez más en esa montaña prodigiosa, tan visible y fotografiable desde casi cualquier sitio de los alrededores, pero no tan bien desde la propia Ceresa.
A ella le dedico este pequeño reportaje, que he elaborado con diez de las fotos que saqué durante mis rutas de aquellos días, en las que aparece la nueva amiga que hice en mis pasadas vacaciones y con quién compartí tan buenos días.

Fotos 1 y 2- (12-6-10) La Peña cual volcán, cuya actividad fue declinando con la caída de la tarde y la disminución de la energía disponible, según vemos en la segunda foto.





Fotos 3 y 4- El día siguiente de nuevo la que bien podría llamarse "Peña Tormentosa" haciendo de las suyas...





Foto 5- (19-6-10) Este día dominado por fuertes vientos del Norte no hubo opciones para la formación de tormentas sobre la Peña ni en los alrededores, pero sí se formaron ondas de montaña a sotavento de la cordillera pirenaica, con la peña de testigo.



Foto 6- (25-6) El Pirineo visto desde Guara en plena ebullición, con la Peña en primer plano.



Foto 7- (28-6) Desde el abandonado pueblo de Morcat, una intensa tormenta está descargando sobre el Valle del Cinca, muy próxima a la Peña ¿habrá tenido algo que ver ésta en su formación?



Fotos 8 y 9- El día siguiente, otra vez la "Peña-chimenea" en plena acción a mediodía y, ya por la tarde, otra vez como simple testigo de la retirada y disipación de las últimas tormentas de la jornada sobre el Pirineo.





Foto 10- Y nos despedimos de nuestra amiga el 2 de julio, con su inconfundible silueta sobre las prístinas y frías aguas del aún joven y alegre Cinca, con las tormentas que en verano le alimentan, retirándose una tarde más al atardecer.